Tan pronto como el lobo sintió impaciente
que le gustaría un bocado decente,
a la puerta de la abuela llamó.
Cuando ella abrió la puerta, vio
la horrible sonrisa de blancos dientes
y el lobo preguntó ¿Quiere que entre?
La abuela estaba aterrada
«¡me va a devorar!», gritaba.
Y ella no se había equivocado,
pues se la comió de un bocado.
Pero la abuelita era pequeña y dura,
y el lobo se quejó, «¡esto el hambre no me cura!».
« ¡Todavía no he empezado a sentir
que me haya dado un buen festín! ».
Dio vueltas gritando con desesperación,
« ¡Necesito ahora mismo otra ración!».
Entonces dijo con mirada espantosa,
«A la pequeña Caperucita Roja
aquí a ella la pienso esperar,
hasta que vuelva a casa de pasear».
Se puso veloz el pijama de la abuela
(al lobo feroz no le gusta la franela).
Con el camisón y el gorro se vistió
y después los zapatos se ató
e incluso se peinó y rizó el pelo,
y se sentó en la silla, no en el suelo.
Entró una chica de rojo vestida
se paró, lo miró y dijo sorprendida:
« Abuelita, qué orejas tan grandes tienes».
« Son para oírte mejor», respondió el lobo.
«Abuelita, qué ojos tan grandes tienes», dijo Caperucita.
«Son para verte mejor», respondió el lobo.
El lobo la miraba y sonreía,
pensando que se la comería.
Después de a su abuela probar,
la niña sería un auténtico manjar.
Entonces dijo la pequeña Caperucita:
«Qué abrigo de piel más bonito llevas, Abuelita».
« ¡Mal! replicó el lobo.¿No mientes
si no hablas de mis GRANDES DIENTES?».
«Da igual, no importa cómo lo hagas,
te comeré con todas mis ganas».
La pequeña sonrió y un ojo guiñó,
y de las bragas una pistola se sacó.
Apunta a la cabeza de la fiera
y pum, de un disparo hizo que cayera.
En el bosque hace unas semanas,
vi a Caperucita recogiendo manzanas.
¡Pero qué cambio! ahora anda sin la capa,
y la capucha su cabeza ya no tapa.
Dijo la pequeña: «Hola, por favor mira
el precioso ABRIGO DE LOBO que llevo encima»